Y el perro, ¿qué hace?
Cuando tengo que presentar el Programa R.E.A.D de Lectura con Perros, siempre me preguntan cual es el papel del perro. Pues el perro hace TODO. Es el facilitador, el creador del ambiente, de la magia que hace posible todo lo demás.
Pero, ¿por qué es tan importante? ¿Qué es lo que hace que sea tan especial?
Porque el niño lee al perro, no al terapeuta. La conexión imprescindible es la que se establece entre el niño y el perro (con mi perrita Bea, en mi caso), no con el adulto (conmigo). Ellos, Bea y niño/a, son los que tiene que hacerse amigos. Mi misión es hacer más fácil esa conexión: que se conozcan, que coincidan, que “trabajen” juntos, que disfruten juntos… Por eso es necesario que yo conozca perfectamente a Bea, y saber si está contenta, cansada, estresada o deseando jugar, e implicar al niño en sus emociones.
Y aquí es donde entra la magia. He visto como los niños cambian su actitud cuando les dices, por ejemplo, que Bea está muy cansada, y necesita dormir: los peques comienzan a leer más despacio, y más bajito, para que Bea se relaje, y consiga dormirse. Bea es su amiga, y tienen que cuidarla. Una amiga muy especial, que les escucha, sin juzgarles. Que permite que la abracen, se tumben encima de ella, que les obedece (¡menudo subidón de autoestima cuando Bea hace lo que ellos la ordenan! ¡tendríais que ver sus caras!).
¿Y qué pasa cuando dos amigos están juntos? Que se relajan, juegan juntos, se hacen confidencias (pues si, porque “Bea les escucha”) y están pendientes el uno del otro. ¿Y qué es lo que más le gusta a una perrita de lectura? ¡Qué le lean! Por eso el niño lee tan contento en la sesión. No lee porque yo se lo digo, ni porque se lo mandan en el cole, ni porque sus padres le obligan. Lee porque a Bea le gusta. Y esto es lo que marca la diferencia. Para los niños, la sesión con Bea no es un castigo, ni una obligación por ir retrasados en lectura, como puede pasar con las clases de apoyo normales. Con Bea, ellos son los que “ayudan” y “enseñan” a la perrita.
Resultados: el niño se siente importante, aumenta la autoestima y la autoconfianza, se relaja, se motiva, aumenta la atención y mantiene la concentración, se reduce la ansiedad, se interesa por el mundo “perruno” (es imprescindible que el terapeuta conozca bien el comportamiento de los perros, porque el niño le va a “acribillar” a preguntas). Y con ello, aumenta la fluidez, tanto lectora como verbal, la comprensión de los textos, se incrementa la comunicación y la interacción social, va a desarrollar su iniciativa y la estimulación mental. Todo ello provoca una clara mejoría de las habilidades lectoras y del rendimiento escolar. ¡Y todo esto es el resultado de la conexión perrito/a – niño/a!
¡A quien no le apetece tener un amigo con esos efectos sobre nosotros!